IGLESIA

   La influencia de la Iglesia

      Desde tiempos inmemoriales, la institución de la Iglesia y todo lo que ello representa ha ejercido un gran poder distorsionador sobre las personas a través de las creencias y la fe de las mismas. Ya durante la Edad Media el clero era una clase social que, junto con la nobleza tenía un enorme dominio sobre la población,  y esto no era exactamente por la riqueza que poseía, sino que ejercía su influjo de una forma más sutil: a través de la doctrina religiosa.

    A lo largo del tiempo y, sobre todo, en la actualidad, la autoridad de la Iglesia afortunadamente  ha disminuido  radicalmente siendo cada vez más las personas que se oponen a la institución y es que, la religión católica se está quedando anticuada, y no se acaba de habituar  a las necesidades que determina la nueva época. A diario, nos encontramos con innumerables debates de opinión derivados de la controversia que forman los conservadores principios eclesiásticos. Un ejemplo entre tantos es la prohibición del uso del preservativo.

      Es cierto que la ideología católica afirma que nada ni nadie debe interferir en la procreación pero, ¿no es justo que una pareja decida cómo y cuándo formar una familia ?¿ No se supone que cada persona es libre de decidir y planificar su vida y su futuro? Además  y  dejando al margen la polémica, lo cierto es que constantemente todas las instituciones sanitarias insisten en el uso del tan importante método anticonceptivo, ya no por los embarazos no deseados sino porque se trata del único método que evita o, al menos, disminuye potencialmente, el contagio de enfermedades de transmisión sexual.

     Así, conociendo esta información, la pregunta que debemos plantearnos es la siguiente: Sabiendo  que la actual situación sexual, sobre todo de la adolescencia,  está basada en la promiscuidad, ¿es realmente congruente la postura de la Iglesia?¿Es deseo de Dios que la humanidad contraiga enfermedades de transmisión sexual como la sífilis, la gonorrea o, peor aún, el SIDA?

     Por otra parte, se encuentra la idea de Dios como un ser sobrenatural, padre protector que nos ama a todos por igual pero, entonces, ¿qué hay de los homosexuales? La Iglesia como institución se aferra a que la ley de la naturaleza establece las relaciones entre personas de sexo opuesto ya que, como bien dice la ley física, los polos opuestos se atraen, no obstante, ¿no existe una contradicción en lo concerniente a este tema? Si Dios ama a todas las personas por igual y la Iglesia rechaza a los homosexuales, ¿en qué quedamos? ¿Es Dios un ser misericordioso y lleno de amor o una divinidad que rechaza a los seres por aspectos al fin y al cabo, tan nimios como la condición sexual? Y de esta forma nos encontramos con una enorme diversidad de temas en los que la Iglesia mantiene empecinadamente sus tan conservadores e inamovibles principios y normas, nadando así en un mar en el que los peces cada vez respetan menos al tan temible tiburón que, en este caso, es la sagrada institución.


    En definitiva, es cierto que a pesar  de que  cada vez se valore menos la religión aún, a día de hoy, sigue existiendo un cuantioso número de creyentes que persiguen fielmente los ideales en los que fueron educados. Sin embargo, también es cierto que muchas personas han dejado de creer, no en su Dios, sino en la institución que lo representa y que, si no comienza a renovarse en función del desarrollo social en un futuro no muy lejano no tendrá ninguna credibilidad .